Prevención primordial del síndrome metabólico

Por Alejandra Folgarait

Prevención primordial del síndrome metabólico

La aterosclerosis comienza mucho antes de que se manifiesten sus síntomas coronarios. Para prevenirla, no sólo se trata de mantener bajos los niveles de colesterol LDL –y otros factores de riesgo- en la vida adulta. Lo ideal sería implementar un estilo de vida saludable desde la temprana infancia, de modo de disminuir las alteraciones metabólicas en la juventud y la acumulación de placas coronarias en la adultez.

Los beneficios de la prevención primordial del síndrome metabólico –destinada a evitar los factores de riesgo, más que a disminuirlos- fueron observados en un estudio realizado en Finlandia y publicado recientemente en la revista Circulation.

Científicos de la Universidad de Turku diseñaron una estrategia de intervención dietaria, destinada fundamentalmente a modificar la ingesta de grasas de los niños a través de “counseling” personalizado. La intervención, englobada en el Proyecto STRIP (Special Turku Coronary Risk Factor Intervention Project), fue ensayada en 1.062 infantes y sus familias. La mitad de los participantes del estudio recibió asesoramiento bianual para reemplazar grasas saturadas por no saturadas; reducir la sal; y consumir más vegetales, granos enteros y frutas. La otra mitad no recibió asesoramiento individualizado.

Los especialistas en prevención cardiovascular finlandeses no indicaron una dieta específica sino recomendaron cambios en la alimentación que iban recibiendo los niños a medida que crecían, siguiendo el criterio nórdico de proveer el 30% de la energía a partir de grasas; el 10 a 15%, de proteínas; y el 50-60%, de carbohidratos.

Entre los 6 meses y los 7 años, la información fue dirigida a los padres de cada chico. A partir de los 8 años, los niños comenzaron a recibir en forma anual y directa la información a través de sus médicos y la escuela. Además de los consejos dietarios, a los 8 años se sumó la prevención del tabaquismo y la estimulación de la actividad física. Al llegar a los 15 ó 20 años, los niños que habían participado en la intervención STRIP mostraron una reducción del 41% en el riesgo de síndrome metabólico respecto del resto (RR=0.59, 95%CI=0.40-0.88, p=0.009).

Si bien los investigadores liderados por Mari Nupponen esperaban observar una disminución del LDL después de 15 años de intervención preventiva, no imaginaban una reducción tan drástica del síndrome metabólico en los adolescentes.

La prevalencia de MetS (síndrome metabólico adolescente) en los participantes del grupo experimental fue de 6 a 7%, mientras que en el grupo control fue de 10 a 13% (dependiendo de los criterios utilizados para medir cintura, glucosa, presión arterial, triglicéridos y colesterol HDL).

La intervención destinada al estilo de vida disminuyó el riesgo de hipertensión arterial en varones y mujeres, y redujo el riesgo de triglicéridos altos en hombres. También se observó una menor circunferencia de la cintura en quienes recibieron asesoramiento individual, aunque la diferencia entre los grupos no fue significativa.

Etapa clave

El síndrome metabólico, que aumenta el riesgo de diabetes tipo 2 y de enfermedad cardiovascular, se define de acuerdo con un número de parámetros que incluyen la circunferencia de la cintura, la presión arterial, el nivel de triglicéridos y colesterol HDL, y la glucosa en sangre. En niños y adolescentes, el síndrome metabólico se basa en percentiles, no en medidas absolutas.

En el estudio finlandés se contemplaron distintos criterios para definir un score de riesgo. Por ejemplo, la guía modificada de la Federación Internacional de Diabetes define el síndrome metabólico adolescente por una cintura mayor al percentil 80 más dos de cuatro componentes (presión arterial, triglicéridos o glucosa mayor al percentil 80, y colesterol HDL por debajo del percentil 20). La Sociedad Argentina de Pediatría, en cambio, toma el percentil 90 como punto de corte para el síndrome metabólico en menores de 18 años.

En cualquier caso, los resultados de la intervención finlandesa sobre el síndrome metabólico adolescente fueron notables. “Es un estudio muy impactante porque es aleatorizado, no ha sufrido una gran pérdida de sujetos a lo largo de los años, y tuvo un efecto muy fuerte”, evalúa el cardiólogo Mariano Giorgi, ex director del Consejo de Epidemiología y Prevención Cardiovascular de la SAC.

El especialista argentino subraya que actualmente se llevan adelante varias intervenciones poblacionales similares en el mundo, incluyendo un proyecto comunitario en Tierra del Fuego para modificar la dieta en niños. “Lo bueno del estudio finlandés es que sus resultados dan soporte científico a intervenciones de salud pública, como los kioscos saludables en las escuelas”, se entusiasma Giorgi.

“Los estudios prospectivos desde edades tempranas y con un seguimiento interesante, como el realizado por el STRIP project, nos permiten evaluar el impacto de las recomendaciones dietéticas en los distintos componentes del síndrome metabólico. Indudablemente, la implementación de hábitos alimentarios y un estilo de vida activa desde edades tempranas en la familia y en los niños predicen una menor prevalencia de hipertensión arterial, diabetes, insulino-resistencia y una reducción del sobrepeso”, señala Paola Harwicz, cardióloga de la SAC especializada en nutrición.

En un editorial que acompañó la publicación del trabajo finlandés, Matthew Gillman, profesor de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard, subrayó la importancia de la prevención en los primeros 1.000 días de vida. La etapa que va desde la concepción hasta el jardín de infantes es la más plástica del desarrollo infantil. “Las intervenciones preventivas durante este periodo pueden colocar a los individuos en la mejor de las trayectorias de salud cardiovascular, mientras que las intervenciones posteriores, aún las iniciadas en la adolescencia, pueden resultar obstaculizadas por respuestas fisiológicas inadecuadas”, escribió Gillman.

La idea de que existen ciertos períodos en el desarrollo humano que son especialmente sensibles para la intervención preventiva cardiovascular ha recibido apoyo de otros estudios, especialmente los enfocados a la restricción de sodio. Con todo, es difícil establecer cuándo debe comenzar la intervención y, especialmente, cuánto tiempo debe mantenerse.

“Los efectos a largo plazo en la salud se logran cuando los cambios son duraderos y sostenidos en el tiempo. Para ello, es importante comprometernos con el cambio, e incorporar el estilo de vida saludable como un modo de vivir, modificando el antiguo paradigma de ´ponerse a dieta´ cuando el peso se escapa o aparecen alteraciones metabólicas (aumento del colesterol, triglicéridos y azúcar) o aumenta la presión arterial”, apunta Harwicz.

Según un estudio realizado en 2007 sobre mil preadolescentes de escuelas públicas del área metropolitana de Buenos Aires, el 16, 2% de los chicos de 10 a 11 años tiene sobrepeso y el 11,8% padece obesidad (con una mayor prevalencia en los varones que en las mujeres). El estudio epidemiológico coordinado por Irina Kovalskys, reveló, además, que los niños que tienen un padre con sobrepeso tienen 2.3 veces más riesgo de tener sobrepeso que sus pares con ambos padres de peso normal. Si ambos padres tienen sobrepeso, el riesgo aumenta 4 veces.

El exceso de peso también es notorio en niños argentinos pequeños. Un relevamiento, realizado en jardines de infantes de la ciudad de Río Grande, en Tierra del Fuego, reveló que el 27,3% de los niños de 4 años tenía sobrepeso y el 18,2%, obesidad. El 24% presentaba una circunferencia de cintura mayor al percentil 90 y el 70% fue considerado sedentario.

Harwicz subraya que las intervenciones preventivas deben comenzar en edades tempranas y deben apuntar a un mayor consumo de fibras (frutas, verduras, cereales integrales), la elección de grasas cardiosaludables y una reducción en el consumo de sodio, en el marco de una vida activa. La Sociedad Argentina de Pediatría recomienda 60 minutos de actividad física diaria, a través del juego o de deportes.

Desayuno de campeones

Prevención primordial del síndrome metabólico

Un nuevo estudio sueco publicado en la revista Public Health Nutrition muestra que los adolescentes que no toman un desayuno a la mañana o que sólo ingieren algo dulce al levantarse son más propensos a padecer síndrome metabólico en la mediana edad.

La asociación entre el desayuno y el síndrome metabólico se halló al investigar los hábitos alimentarios de 889 personas a los 16 años y a los 43 años. Quienes comían un desayuno pobre en la adolescencia tuvieron un riesgo 68% más alto de padecer síndrome metabólico que el resto.

 

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